Buena parte de las educadoras y los educadores sociales desarrollamos nuestra profesión en organizaciones del Tercer Sector, entidades de carácter no lucrativo (ONLS) y con un alto componente de participación voluntaria. Es frecuente que nuestros inicios profesionales fuesen precisamente en alguna de estas organizaciones, esto nos permitió adquirir experiencia, conocimientos y competencias.
Pero una vez asentadas/os como profesionales, los puntos de vista respecto a la acción voluntaria suele cambiar. En ocasiones mostramos tendencias corporativistas y reacias a la participación del voluntariado en intervenciones que consideramos de nuestra exclusiva competencia profesional. Mis años de experiencia en el Tercer Sector me ha permitido observar en muchas ocasiones la difícil convivencia entre los cuadros de voluntariado y los profesionales.
Muchas organizaciones (especialmente las más fuertes), se sustentan en dos pilares claramente diferenciados y aunque ambos soportan la estructura de la entidad, uno y otro están lo suficientemente distanciados respecto a competencias y responsabilidades dificultando las relaciones interpersonales y espacios de encuentro. Este conflicto repercute negativamente en la imagen de la entidad, es un obstáculo añadido para el cumplimiento de su misión institucional.
Estas situaciones no son anecdóticas pues suceden con relativa frecuencia (tal como comenté en otra aportación anterior). Según mi opinión, esta situación se produce por una deficiente gestión de los recursos humanos. La desconfianza hacia el otro suele soportarse en creencias no resueltas.
Debo reconocer que mi trayectoria por el Tercer Sector no solo me ha permitido crecer como persona, también reconocer la importancia del Movimiento Voluntario, pero ello no es óbice para cuestionar la deriva -según mi criterio- profesionalizante de una buena parte de sus acciones humanitarias.
Creo firmemente que la acción voluntaria es una de las principales herramientas de transformación social en el mundo, el compromiso solidario de millones de personas ha articulado Movimientos Civiles organizados que procuran dar respuesta a las demandas de ayuda de una buena parte de la humanidad inmersa en graves problemáticas.
El voluntariado es el verdadero motor de la acción humanitaria, el pilar sobre el que se asientan los mecanismos de respuesta y lucha contra la pobreza.
Las Organizaciones Civiles integradas por personas voluntarias tienen como objetivos paliar los efectos maliciosos de determinadas políticas socioeconómicas sustentadas en el neoliberalismo irracional. Son frentes de acción que combaten contra la vulneración de derechos esenciales, la sobreexplotación medioambiental, la discriminación, la exclusión y otros tantos que hacen del planeta un mundo desigual e injusto.
Existen diferentes teorías respecto a las razones promotoras de la acción voluntaria, especialmente relacionadas con la predisposición prosocial de la persona.
Para Palmero y Tejero (1998), una acción prosocial es:
“Una conducta que motiva a la persona a ayudar a otra que se encuentra en circunstancias difíciles”.
La conducta prosocial emana de altruismo (actitud empática), favorece el posicionarse en el lugar del otro, especialmente si se encuentra en dificultad. Por lo tanto, la empatía motiva la acción de ayuda.
El altruismo tiene un carácter desinteresado y voluntario, no espera la obtención de redito o recompensa material alguna, aunque si pueden existir desencadenantes y reforzadores (gratificadores) que lo fomenten:
- Los agradecimientos públicos y/o privados.
- Los reconocimientos sociales.
Aunque este asunto lo abordaré en otro post, existen varios tipos de altruismo, por citar algunos:
- El puro o genuino.
- El interesado o egoísta.
- El recíproco.
- El voluntariado.
- Altruismo de compensación y cooperación.
- Otros.
El altruismo (especialmente el genuino) tiene un coste personal de carácter psicológico para quien lo practica, pues con frecuencia, hacemos nuestros los problemas de las personas a las que se ayuda (nos los llevamos a casa), experimentándose dolor por la toma de conciencia de las injusticias y arbitrariedades hacia los grupos y personas indefensas.
El voluntariado es un tipo de conducta prosocial que, por su carácter libre y ausencia de recompensas materiales posee un alto componente altruista.
Sea de manera organizada (colectiva) o individual, la conducta de ayuda prosocial la determinan factores como:
- La motivación.
- La cooperación.
- La conducta instrumental (esperar algo a cambio).
- La personalidad.
- Los valores, compromisos y creencias.
- Pensamientos positivos.
- Grados de relación e identificación con las personas y sus problemas.
- Grado de responsabilidad reconocida.
- Tiempo disponible.
La acción voluntaria requiere del soporte de una organización, además se contrae cierto nivel de compromiso y obligaciones con la entidad y las personas con las que se interviene. Se poseen los derechos establecidos por ley que suelen concretarse en las cartas de garantías y deberes de las organizaciones.
Esta circunstancia hacen dudar a algunos autores respecto al carácter altruista de la acción voluntaria, pues su carácter organizado y colectivo, articulan los métodos y tipos de intervención, (las acciones no son esporádicas), y aunque no se obtienen gratificaciones materiales, se reciben otro tipo de compensaciones.
El tipo de recompensas que puede percibir el voluntariado son del tipo:
- Satisfacción personal.
- Sentimientos de utilidad y de cumplimiento de un deber autoimpuesto.
- Nuevas amistades con intereses y motivaciones comunes.
- Sentimiento de pertenencia a un colectivo y/o movimiento.
- Acumulo de experiencia, primeras acciones de prácticas profesionales (no retribuidas).
- Formación para la intervención.
- Etc.
Algunos estudios consideran que las anteriores son los verdaderos motivadores para la acción voluntaria, Lipovetsky (1994). Yo no comparto esa teoría, pues las generalizaciones en este campo deben ser muy cautas y prudentes. En la mayoría de las ocasiones, la relación coste-beneficio no suma réditos más bien todo lo contrario. Las recompensas (si se obtienen), son pos-intervención por lo que no condicionan la predisposición para el voluntariado. Las expectativas pueden concretarse o, no.
En todo caso, el voluntariado es un movimiento de participación ciudadana que contribuye a la obtención de sociedades mejor distribuidas, más justas y cohesionadas, persigue el bien general por lo que los beneficios de la acción, son redistribuidos en el conjunto de la comunidad.
La acción voluntaria responde a motivaciones prosociales, actitudes empáticas y potentes cargas éticas.
“El voluntariado moderno nace con el tiempo liberado, se sustancia sobre una racionalidad que no es estrictamente económica; no nace del tiempo vacío, que se emplea en actividades de evasión, ni del tiempo parado, que posee la amargura de la impotencia, si no del tiempo disponible.” Roca, J. G. (1994).
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