Con la línea de vida representamos esquemáticamente los momentos más significativos del curso vital de una persona. Los eventos importantes quedan anotados en un espacio temporal que después desarrollaremos. Son hechos trascendentales que suelen perdurar en la memoria y que han determinado valores, comportamientos, cultura, etc.

Esta representación puede ser más o menos detallada, pero en todo caso, son un punto de partida que nos ayudará a profundizar en las vivencias de la persona, además, organizar y determinar la influencia de los diferentes agentes de los contextos de desarrollo. Podemos organizar los pensamientos y evocaciones en sus distintas etapas temporales, otorgarles coherencia y sentido.
El relato, integrado por los distintos sucesos de la infancia, juventud, madurez, ancianidad, etc, responderá a un ejercicio de introspección personal que otorgará sentido a la existencia del protagonista de la historia de vida.
Debemos considerar que las evocaciones no siempre responderán a un fiel reflejo de la realidad, por esta razón, una de nuestras responsabilidades consistirá en determinar su veracidad, además de situarlas en un correcto espacio-temporal. No obstante, es importante comprender que nuestro proceso investigador, puede provocar cierta confusión en la persona, y por lo tanto, esta puede no reconocer la reconstrucción memorística que realicemos, por esta razón, y en función de nuestros objetivos, deberemos ser más o menos flexibles.
Si nuestra acción tiene un carácter socioeducativo, no seremos demasiados exigentes.
A continuación, como una primera aproximación, os represento un esquema simple que os puede ser útil en vuestros proyectos de intervención. Lo podéis desarrollar con mayor complejidad en función de vuestros objetivos.
Como observáis, trazamos una línea de temporal que en este caso, integra tres franjas de edad que nos servirán de apoyo para ahondar en las vivencias más significativas de esos periodos.

Niñez. Juventud. Adultez.

Recordad que las historias de vida, pueden tener distintos enfoques, en esta ocasión me centro en dos:
Cognitivo.– Deseamos que el proceso memorístico nos ofrezca una imagen precisa de las vivencias de la persona especialmente; anclajes, sesgos y problemáticas. Este enfoque, nos permitirá articular nuestras acciones psico-educativas con mayor precisión. La importancia de los contenidos está determinado por la verdad y el correcto ajuste a los hechos.
Enfoque narrativo.– Utilizamos la historia de vida como complemento de una acción principal (ejemplo: promoción de habilidades descriptivas, lingüísticas, etc).
Puede responder también un proceso investigador permitiéndonos estudiar los siguientes aspectos:
- El contexto social de esta persona en su época.
- Valores y creencias que justificaron sus comportamientos
- Elementos culturales dominantes.
- Ejercicios comparativos con la actual sociedad.
Trazar una línea temporal requiere de cierto proceso de síntesis. Es necesario formular preguntas que nos proporcionen información de hitos (acontecimientos) significativos de la persona y relacionarlos con el contexto espacio-temporal. Al identificar estos hechos, los podremos desarrollar.
Este primer ejercicio, responde a una práctica cognitiva de cierto esfuerzo memorístico, requiere procesos reflexivos, críticos y analíticos. Nosotras/os como profesionales los consideramos, los comprendemos y los explicamos en la narración.
El conocimiento evocado en las historias de vida, presupone un intercambio reciproco de información.
Cuidaros!!
Bibliografía:
Moriña, A. (2016). Investigar con historias de vida: Metodología biográfico-narrativa (Vol. 142). Narcea Ediciones.
VILLAR, F. y TRIADÓ, C. (2006). El estudio del ciclo vital a partir de historias de vida: una propuesta práctica. Textos docents, 15. Barcelona: UB
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