Investigadores como Epsein (1994) e Slovic et al (2007), defienden que los modelos de procesamiento cognitivo denominados de doble vía; racional- analítica y experiencial-efectiva, funcionan de forma paralela. En el caso del primero, sus juicios son de carácter lógicos y estadísticos y en el segundo, sus procesos contienen un fuerte predominio emocional. Ambos modelos podrían explicar la adopción de determinadas conductas de riesgo y los mecanismos influyentes en la toma de decisiones.

Las educadoras sociales somos conscientes de la importancia que tiene el contexto social y los estilos cognitivos en el comportamiento, por ello, una buena parte de nuestras intervenciones se apoyan en técnicas psicológicas.
Entendemos que muchos comportamientos de riesgo están determinados por la interpretación cognitiva que del concepto tiene la persona, por lo tanto, la percepción de peligro puede manifestarse en distintas magnitudes. Sería interesante ahondar en esta fenomenología, pero en esta ocasión y para desarrollar el tema que os he propuesto, basta con centrarnos básicamente en el fenómeno.
Partir de una definición consensuada del constructo es importante si deseamos abordarlo desde una perspectiva social. Quizás la propuesta de Yates y Stone (1992), es lo suficientemente precisa e idónea para nosotros.
Estos autores, consideran necesario que se den algunos de los siguientes tres elementos en la concurrencia existencia de riesgo:
- La posibilidad de perdidas (específicas y comparadas con supuestas previsiones de ganancias).
- La importancia de las perdidas relevantes (aminoración significativa de recursos: físicos, sociales, económicos, etc.).
- La incertidumbre (grado de confianza que el resultado de una determinada acción va a tener).
De la interpretación de Yates y Stone se desprende que no solo las personas a título individual están expuestas al fenómeno, también, las colectividades y organizaciones, especialmente cuando se ve comprometida su capacidad de respuesta ante la incertidumbre. Asumimos pues que, el riesgo, de una manera u otra, siempre está presente en nuestras vidas.
Existen numerosas investigaciones que han estudiado la conducta de riesgo. Quizás uno de los experimentos recientes más interesante es el realizado por el Departamento de Psicología del Comportamiento de la U.G.R: “Efectos opuestos de la contingencia de retroalimentación en el proceso de toma de decisiones riesgosas”. En este experimento se pretendía medir la influencia del Feedback en la toma de decisiones en situaciones de riesgo complejas, en este caso, en el contexto de conducción de automóviles.
No voy a entrar en los pormenores del experimento, aquí tenéis el enlace si deseáis consultarlo: https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S1369847816306143 pero si en la hipótesis que se pretendía despejar:
El feedback… mejora la ejecución y produce mayor cantidad de respuestas
El feedback, entendido como proceso de retroalimentación que en nuestro caso se produce especialmente durante la fase de acompañamiento, estimula criterios de respuesta selectivos, concretamente en la evaluación de las situaciones de riesgo. Este proceso de respuestas selectivas fomenta acciones menos arriesgadas.
Aunque los resultados del experimento arrojan alguna que otra paradoja, (la mayor percepción del riesgo subjetivo puede derivar a otras situaciones de peligro), las conclusiones evidencian que la retroalimentación es positiva en el manejo de situaciones de peligro dado que modera el comportamiento y propicia una mayor seguridad. Torres, A Megías, A Catena, A Cándido & A Maldonado (2018).
Entenderéis que ello refuerza especialmente la labor de acompañamiento (eje esencial en nuestro trabajo). La profesión de educadora social en cuanto tiene un carácter con potente predomino sociocomunicativo, constituye mecanismos de retroalimentación que permiten la obtención de respuestas consensuadas ante una determinada problemática. Participamos mediante el feedback en el proceso de toma de decisiones de nuestros educandos, posibilitando que en la evaluación de riesgos no solo concurran criterios racionales, también de tipo emocional basados en experiencias compartidas.
5. Referencias bibliográficas
Epstein, S. (1994). Integration of the cognitive and the psychodynamic unconscious. American psychologist, 49(8), 709.
Maldonado, A. & Megias, A. (2016). Estilos Cognitivos y Comportamiento de Riesgo. En Maldonado, A. “Aprendizaje Humano y Pensamiento”. Cap. 7 (227-253). Ed.: UGR. Granada.
Rangel, A., Camerer, C. & Montague, P.R. (2008). A framework for studying the neurobiology of value-based decision making. Nature Reviews Neuroscience, 9 (7), 545–556
Slovic P., Finucane, M., Peters, E. y MacGregor, D. (2007). The affect heuristic. European Journal of Operational Research 177, 1333–1352.
Torres, A Megías, A Catena, A Cándido & A Maldonado (2018) Opposite effects of feedback contingency on the process of risky decisions-making. Transportation Research Part F: Traffic Psychology and Behavior, 45, 147-156
Yates, J. F., & Stone, E. R. (1992). The risk construct.
Deja una respuesta