La acción política, se atribuye a sí misma, la responsabilidad de que sus acciones sean transformadoras de la realidad social.
Un imaginario de realidad social que en la mayoría de las ocasiones, es de carácter funcional, es decir, articulada en criterios racionales de corte occidental y capitalista en la que el individualismo, prima sobre lo colectivo.
Las sociedades con modelos de estados de bienestar implantados, provén de derechos esenciales a sus ciudadanos (sanidad, educación, vivienda, recursos energéticos, agua, etcétera). El neoliberalismo (Friedman y Hayek) y sus máximos exponentes políticos; Reagan en EEUU (1981-1989), y Thatcher en UK (1979-1990), globalizaron un modelo de gobernanza en el que el papel del Estado quedaba reducido a la mínima expresión, son los mercados (compitiendo entre ellos), los que deben imponer las reglas socioeconómicas.
La mercantilización de los objetos y servicios sociales restringe el acceso a los más empobrecidos, por lo que no están garantizados como derechos.
La idea funcional del neoliberalismo propone que la actividad económica de los países, sea responsabilidad de los individuos y las empresas privadas, el Estado debe eliminar restricciones y regulaciones, abrir las fronteras para el libre flujo de capitales y productos. Si la economía de mercado va bien y genera riquezas, esta alcanzará a todos.
Bueno, está claro que la brecha entre ricos y pobres (países y personas), nunca ha sido tan amplia como hoy, por lo que la teoría neoliberal de que los beneficios de unos, alcanzan a todos, no parece funcionar. Pero reconozco que debatir sobre esta cuestión, acarrea sumergirse en discusiones agotadoras que no conducen a ningún sitio, pues tanto unos como otros, tenemos interiorizadas nuestras convicciones en función de la observación e interpretación que realizamos de los entornos sociales, además, la percepción en nuestras propias carnes de la aplicación de una u otra política socioeconómica, no es subjetiva, es real.

Mientras, los grupos de presión y las grandes corporaciones supranacionales, participan en las agendas políticas de los gobernantes y «sugieren» las prioridades económicas y la orientación de los gastos sociales, eso si, convenientemente dirigidas al mantenimiento del statu quo pactado entre ellos.
A pesar de los discursos de los políticos y sus «partners -exageradamente complacientes con sus intervenciones-, observamos que los problemas sociales no se resuelven. Las soluciones políticas que se proponen, se concretan en función de los intereses de los mercados, el razonamiento económico está más presente que nunca. Las cuentas de resultados de las multinacionales, determinan entre otros, el recibo de la energía.
Los mercados y las políticas economicistas, incrementan la desigualdad, yo por lo menos, no observo que los réditos exagerados de unos, beneficien a todos. Tengamos presente que el individualismo, esencia del ideario capitalista, determina las reglas de inserción y participación de los individuos en los mercados, y desgraciadamente, no todos parten del mismo lugar y por lo tanto, no gozan de las mismas oportunidades.
La función social y transformadora de la política, queda pues subordinada a los intereses de los sectores sociales dominantes. Los Estados-nación debilitados por su escaso poder decisorio, quedan desnaturalizados y el valor representativo de la clase política, en entredicho.
En estos días, en los que distintos acontecimientos convulsionan los cimientos de las potentes sociedades occidentales, estas, que creían que sus bien engrasados rodamientos socioeconómicos, los mantendrían a salvo de las variables ideológicas y narcisistas de los lideres «amigos», observan con preocupación, como se agitan sus estructuras microsociales, contextos en los que se desarrolla la cotidianidad de la vida diaria y por lo tanto, mas sensibles a las crisis.
Quiero pensar que esta clase política, un tanto demacrada por tantos años en el poder, estos que nos gobiernan y dicen representarnos, temen que la ciudadanía decepcionada y hastiada por su incompetencia, cobre la fuerza suficiente para que más pronto que tarde, asuma la responsabilidad y el control para transformar su realidad social al margen de ellos.
Cuidaros!!
Estas son algunas de las lecturas que profundizan en el tema, si tenéis tiempo y os apetece, quizás podéis echarle un vistazo:
Felber, C. (2012). La economía del bien común. Barcelona: Deusto.
Carballeda, A. (2007). La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos. https://www.margen.org/intervsoc/La%20Intervenci%C3%B3n%20en%20lo%20social,%20Alfredo%20Carballeda%20[Pag%201%20-%2019].pdf
Martínez, F. (2013). Educación, neoliberalismo y justicia social. Una revisión crítica del desarrollo humano desde la carta de la tierra y la economía social. Madrid: Piramide.
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