Las modernas sociedades están transformando su estructura, pasando de una composición piramidal a otra que ha de adaptarse a los nuevos procesos productivos basados en la gestión del conocimiento. En nueva distribución es imprescindible el alcance por parte de todas/os de conocimientos y saberes si deseamos evitar la exclusión por razones tecnológicas.
En este nuevo modelo se requieren perfiles de profesionales cada vez más creativos, con iniciativa, dominio de las nuevas tecnologías y habilidades comunicativas. Los nuevos procesos productivos priman especialmente la eliminación de excedentes frente a la producción con ello, se reemplaza a los operarios de las fabricas -cada vez más robotizadas-, por otro tipo de trabajadores formados en procesos de información y comunicación, capacitados para detectar nuevas necesidades de consumo y producir los servicios y bienes.
Las crecientes demandas de conocimiento e información, recrean crecientes mercados que ofertan de nuevas tecnologías como producto de consumo. En este mercado, los clientes potenciales integran las sociedades más desarrolladas y cultas, con alta capacidad selectiva y cultura. Colateralmente se incrementan los desequilibrios sociales por la brecha cada vez mayor entre los individuos súper formados y los pobremente formados.
El aprendizaje de estos nuevos conocimientos, resulta esencial para el acceso a los nuevos sistemas productivos. Paradójicamente, los sistemas tecnológicos en los que se sustentan no son accesibles para todos, y ello imposibilita su universalidad, agudizando las diferencias socioeconómicas entre los países ricos y pobres.
Mientras que en las sociedades desarrolladas estas nuevas formas educativas están al alcance de la mayoría de sus ciudadanos, en los países del tercer mundo, el analfabetismo aumenta, las dificultades de acceso a los sistemas de comunicación dificultan la educación. El conocimiento se utiliza como instrumento de poder económico, político, cultural y social. Los Estados modernos no están exentos de responsabilidad, la democratización y universalización de la educación debe procurar individuos socialmente iguales. El reconocimiento, el respecto y aceptación de las diferentes realidades que conviven en un mismo entorno social es esencial para eliminar los desequilibrios.
El tratamiento igualitario no significa la renuncia a la especificidad de cada persona, es importante tener en cuenta que no todos los individuos tienen las mismas necesidades, carencias o dificultades, por ello la educación social debe promover espacios educativos en los que la diversidad prime sobre la uniformidad. Esta forma de justicia social y educativa, prevalecerá sobre los intereses individúales de las clases dominantes.
La educación social como instrumento de solidaridad, trabaja para la erradicación de las desigualdades sociales, acompañada por la sociedad civil la dotada de recursos voluntarios y profesionales. Desempeña un papel relevante en la vertebración de espacios solidarios no excluyentes.
Los intereses educacionales del Mercado y el Estado, deben de complementarse con objetivos claros de acción social solidaria. Evitar el incremento de las de las distancias entre los nuevos info-ricos e info-pobres, es uno de los retos de la educación social.
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