Si bien es cierto que el periodismo tiene el deber de informar sobre los hechos y las noticias de manera objetiva y neutral, también es verdad que con mayor frecuencia percibimos una tendencia a la opinión.
Los medios de comunicación responden a empresas privadas que buscan la obtención de beneficios, y por lo tanto, ajustan sus idearios en función del público objetivo al que se dirigen. Sus propietarios nos recuerdan frecuentemente que sus ingresos económicos no provienen de fondos públicos, son entidades independientes que operan en el mercado sin subordinarse a los poderes del Estado, es cierto, son a otros poderes a los que rinden cuentas (económicos, religiosos…).
Está claro que los periodistas y demás participantes (todo un amplio abanico de profesionales y “opinologos” que se turnan y llenan la práctica totalidad de las tertulias), tienen derecho a tener sus propias creencias, convicciones e ideologías, aunque sin que quede comprometida la ética y compromiso con la verdad.
El sesgo y la manipulación de la información está cada vez más presente en los medios, la objetividad y la neutralidad son valores escasos.
Los medios de comunicación tienen un papel fundamental en la formación de la opinión pública, en la promoción del debate y la reflexión crítica, por ello, es imprescindible el equilibrio que permita diferenciar la información objetiva de las opiniones personales.
El análisis y las opiniones sobre los asuntos que se debaten, no deberían confundirse con proclamas publicitarias de creencias ideológicas y personales. Apunto especialmente a los directores y directoras de estos espacios pues en ellos, recae la responsabilidad de informar con rigor y veracidad.
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