Al implementar acciones con el fin de fomentar la participación social de las personas de más edad, en numerosas ocasiones centramos todo nuestro interés en el desarrollo de las actividades. Consideramos que con solo con la ejecución de las mismas -en el tiempo y la forma prevista-, se producirán los efectos beneficiosos perseguidos y por lo tanto, constituyen el núcleo central del programa y el objeto de rendición de cuentas ante terceros.
Por esta razón, algunos proyectos se estructuran como un bloque monolítico incapaz de amoldarse a las limitaciones e intereses no descubiertos en la fase de diseño. Grave error que condicionará la buena marcha del programa, pues puede dificultar la participación de personas (que aunque lo desean), no se sienten capacitadas para hacerlo o quizás, lo suficientemente motivadas.
En 2012, la Segunda Asamblea Mundial de Envejecimiento, coincidiendo con el Año Europeo del Envejecimiento Activo y de la Intergeneracionalidad, formuló el Índice de Envejecimiento Activo (IEA).
Iniciativa integrada por toda una serie de indicadores que como base, deberían sustentar el desarrollo de políticas públicas, especialmente orientadas al mantenimiento social, la continuidad de aportes económicos y valores de las personas mayores.
El IEA se sustenta en cuatro dimensiones:
- Empleo.
- Participación social.
- Modo de vida autónomo independiente y seguro.
- Capacidad para un envejecimiento saludable.
Estas dimensiones se miden con 22 indicadores objetivos, cada uno de ellos con un peso específico. (Consejo Estatal de Personas Mayores, 2017).

El ÍEA supera la definición de Envejecimiento Saludable formulado por la OMS (2002). Nuevo concepto que algunos autores relatan de la siguiente forma:
“El envejecimiento activo se refiere a la situación en la que las personas siguen participando en el mercado laboral, así como en otras actividades productivas no remuneradas (como la prestación de atención a familiares y voluntariado), y viven vidas saludables, independientes y seguras a medida que envejecen”
Este nuevo concepto, refuerza la Resolución 46/91 de La Asamblea General de las Naciones Unidas, en la que se esbozan cinco principios a favor de las personas mayores:
- Independencia.
- Dignidad,
- Autorrealización.
- Cuidado.
- Participación.
Principios a su vez, sustentados en tres ejes esenciales: salud, participación y seguridad.
De lo anterior, podemos desprender que la participación social de la persona mayor, es un derecho que comprende tanto esferas individuales como colectivas, siendo estas independientes del grado de implicación y de participación.
Con nuestras iniciativas, deseamos incrementar el autoconcepto, la percepción de utilidad, la auto eficacia y el bienestar general, solo es posible cuando adoptamos un posicionamiento paradigmático sociocrito, reflexivo, considerando los intereses y necesidades del colectivo.
Solo atendiendo a lo anterior, garantizaremos el derecho a la participación social, pues procuraremos considerar todos aquellos aspectos que, relacionados con los entornos y limitaciones personales, desaniman o excluyen a un importante número de personas de este segmento poblacional.
Articular actividades flexibles y adaptadas, facilitadoras de la autonomía y la participación (en la medida y grado que se desee), es en definitiva, promocionar el envejecimiento activo y saludable.
Cuidaros!!.
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