Redescubrir aquello que en su día fue importante y emotivo para nosotros (sentimientos, emociones y pensamientos agradables), es un ejercicio de evocación emocional que guarda una estrecha relación con nuestros actuales estados de ánimos.
Todas/os hemos pasado por momentos difíciles y en ocasiones desearíamos borrarlos de nuestra memoria, olvidar definitivamente aquellos acontecimientos que nos han causado dolor. He conocido a personas con graves problemas psicológicos que son consecuencia de traumas sufridos tiempo atrás. En mi caso, nunca he olvidado el día en el que sufrí poliomielitis. Yo apenas contaba con cuatro años de edad, pero esos instantes quedaron grabados en mi memoria para siempre.
Sucesos vitales que emergen de vez en cuando en forma de flashback y alimentan emociones diversas. El recuerdo de la infección por polio hace tiempo dejo de afectarme, aunque reconozco que anteriormente, su evocación me producía un alto grado de estrés emocional.
Distintos especialistas aconsejan procesar las malas experiencias otorgándoles significado e intégralas en nuestra vida. A fin de cuentas; son aprendizajes que nos permiten seguir creciendo en madurez.
Otros expertos en cambio, consideran que es mejor olvidar los malos momentos, sostienen sus tesis en los resultados de algunos experimentos realizados con animales a los que se les inhibió las conexiones sinápticas que permiten el acceso a la memoria. Los estudios describen menores índices de ansiedad en los (ratones) tratados. Pero con independencia de la consideración ética de este tipo de experimentos (cuestión sobre la que existe abundante literatura científica), a día de hoy, no es posible realizar químicamente una selección de la memoria que deseamos conservar o borrar.
Consideremos que nuestra memoria tiene un carácter plástico, recordamos aquello que pensamos y sentimos por lo que solemos evocar con mayor frecuencia e intensidad aquello que nos ha impactado emocionalmente. Por ejemplo; yo recuerdo el día que me infecté de polio, en cambio nada del día anterior.
Los recuerdos por si mismos, no son buenos o malos pues, el efecto sobre nuestros estados de ánimos, siempre dependerá del poder que les otorgamos. Una excelente publicación que nos introduce en la forma en la que piensa el ser humanos es; Aprendizaje humano y pensamiento escrito por el Dr. D. Antonio Maldonado López, profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de Granada.
La sabia cultura popular recomienda hablar con los demás las cosas que nos preocupan, pues ello nos ayuda a encontrar apoyo. Somos seres sociales y necesitamos compartir nuestros buenos y malos momentos, así nos hemos ayudado mutuamente desde el inicio de los tiempos.
Desde el mismo momento en el que evocamos los recuerdos alojados en nuestra memoria profunda, estamos realizando un ejercicio de autorreconocimiento interno y sincero que nos aporta importantes beneficios cognitivos y emocionales. Por citar algunos:
Paz mental y plenitud de autorrealización. Empoderamiento.
Juicios reflexivos, críticos y analíticos.
Incidencia positiva sobre nuestras emociones.
Incremento de la sensación de pertenencia a una cultura y comunidad (somos seres sociales).
En todo caso, es una práctica cognitiva sanadora, la aceptación de nuestras experiencias vitales (placenteras o aversivas), influye determinantemente en un mayor grado de satisfacción con nuestra vida.
Bibliografía:
Campos, F. R. (2001). Salud y calidad de vida en las personas mayores. Tabanque: Revista Pedagógica, (16), 83-104.
Mañas, I. (2007). Nuevas terapias psicológicas: La tercera ola de terapias de conducta o terapias de tercera generación. Gaceta de psicología, 40(1), 26-34
Márquez-González, M. (2010). Nuevas herramientas para la intervención psicológica con personas mayores: la tercera generación de terapias conductuales. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 45(5), 247-249.
Deja una respuesta