A dos años vista, resulta evidente que el segmento poblacional más afectado por la pandemia SARS-CoV-2, ha sido el de personas mayores, especialmente aquellas que se encontraban institucionalizadas. Además se ha evidenciado la fragilidad de los sistemas de atención sanitaria y el modelo de cuidados de algunos centros.
Un alto porcentaje de personas mayores padecían enfermedades crónicas que agravaron el pronóstico de la infección COVID-19, no obstante, pudimos observar como las soluciones aportadas por las distintas administraciones públicas se centraron especialmente en medidas de aislamiento y distanciamiento social. Con el proposito de evitar la propagación del contagio se minusvaloraron las graves secuelas psico-emocionales consecuentes al aislamiento.
El distanciamiento físico al que se refería la OMS (2019), y que sirvió de base para la adopción de las medidas de confinamiento, fue reinterpretado por los responsables de las administraciones como restricción severa del normal desenvolvimiento de la persona, la distancia física que debía medirse en medirse en metros, derivó al confinamiento estricto, aislando de la comunidad a nuestros mayores.
Los sentimientos de soledad, desprotección, incertidumbre y miedos ante lo desconocido incrementaron el estrés emocional, la ansiedad y la frustración no solo de las personas residenciadas, también de sus familias y allegados. Un sufrimiento psicológico fue agravado por las muertes en soledad sin asistencia familiar (solo acompañados en muchos casos, por las/os profesionales sanitarios a los que siempre deberemos estar reconocidos). Procesos de duelo no acabados aun hoy.
Una sociedad deshumanizada que presumía de su avanzado desarrollo humano y sociosanitario. Una sociedad que minusvaloró el impacto psicoemocional de las personas más vulnerables. A fecha de hoy, muchas personas presentan graves secuelas causadas por las iniciativas publicas y las deficientes praxis profesionales en algunos centros.
Aprender de las experiencias pasadas se hace imprescindible, es necesario implementar acciones públicas que corrijan las graves deficiencias observadas en la gestión sanitaria y los cuidados de nuestros mayores dependientes. Un marco teórico generalizado que contemple el sufrimiento psicológico que se deriva de crisis sanitarias como la sufrida recientemente. Procurar iniciativas que articulen en sus enunciados aspectos de solidaridad social, políticas empáticas no circunscritas a la segregación social, pues ello en realidad agrava la problemática.
Nuestro posicionamiento paradigmático -como agentes de intervención social-, debe sustentarse en modelos sistémicos y ecológicos, implementando acciones teniendo en cuenta los diferentes niveles presentes en el contexto vivencial. Interactuar en aquellos planos donde suceden los acontecimientos estresantes, solo así nuestras intervenciones serán más especificas, eficaces y duraderas.
Un modelo social en el que las acciones den respuesta al origen de los déficits, especialmente de los servicios públicos. Articular herramientas y procesos de aprendizaje que comprometan a los diferentes actores sociales intervinientes en estas crisis y responsables en ultima instancia de los planes sociales y la aplicación de los modelos de cuidados.
La normalización de las reacciones emocionales requieren de intervenciones dinámicas y posicionamientos flexibles, deseamos descubrir el origen de las problemáticas tratar las situaciones inhabilitantes. La escucha activa y cierto proceso empático, nos permitirá posicionarnos en el lugar de las personas afectadas articulando estrategias de afrontamiento y control.
El trabajo colaborativo multidisciplinar debe encauzarse validando los sentimientos vividos que en definitiva, han sido alimentados por una situación extraordinariamente compleja y estresante, solo así podremos disminuir la percepción de soledad (refuerzo de la interconexión grupal), y fortalecer los recursos de afrontamiento ante el estrés emocional.
Por otro lado, atender los contextos socio-comunitarios que en definitiva, son agentes promotores de primer nivel del equilibrio social requiere de la conformación de estrategias psicoeducativas que faciliten la promoción de iniciativas civiles de solidaridad.
Pero, no nos desorientemos, no pretendemos compensar las carencias de los Entes públicos, nuestros objetivos deben centrarse en la mediación, en la promoción del funcionamiento humanista de las sociedades humanas en general.
La promoción de habilidades empáticas serán de gran ayuda en futuras catástrofes humanitarias como la producida por el SARS-CoV-2.
Intentad ser felices!!!
BIBLIOGRAFÍA:
Cuellar, M. G. O., Rufrancos, B. A., Caño, M. M., Aragón, M. M., Ramírez, M. G., Hermosilla, M., … & Colino, F. D. (2020). Intervención en la crisis COVID-19 del equipo de Psicología Clínica de la Interconsulta del IPS Gregorio Marañón. Clínica Contemporánea, 11(3), e22.
Pinazo-Hernandis, S. (2020). Impacto psicosocial de la COVID-19 en las personas mayores: problemas y retos. Revista española de geriatría y gerontología, 55(5), 249.
Villarroel, P. V. (2020). Psicología y COVID-19: Un análisis desde los procesos psicológicos básicos. Cuadernos de neuropsicología, 14(1), 10-18.
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