Los atajos de la verguenza
Intento calmar mi indignación, escribir con la serenidad necesaria para no caer en la descalificación fácil. Respiro profundamente, y practico las técnicas de autocontrol para que la exasperación no me desborde.
De verdad que lo intento, pero cada vez son más los personajes descubiertos en miserables y egoístas conductas que nos perjudican a todos. Individuos que, hacen valer sus posiciones privilegiadas, para saltarse los turnos de vacunación frente al COVID.
Sus excusas son impresentables, solo convencen a aquellos que comparten su miseria intelectual. Colarse entre los grupos prioritarios (los más expuestos y vulnerables) es una actitud cobarde y mezquina. Descubre cierta concepción de vertebración social en la que ellos, se consideran esenciales.
La política es la ciencia que trata del gobierno y la organización de las sociedades humanas, un ejercicio voluntario que debe sostenerse en un principio básico de servicio público y búsqueda del bien común. Ideal imaginario que se ha visto comprometido por un buen número de políticos, altos funcionarios y otras “autoridades” civiles que parece, solo responden ante los que los han situado en sus responsabilidades.
Muchos de estos personajes, tras su paso por la política, tienen su futuro resuelto, bien por tener garantizadas sus pensiones en su nivel más alto, o por acceder como ejecutivos o consejeros en grandes corporaciones. En cambio, los ciudadanos corrientes, seguimos con las mismas preocupaciones (agravadas en muchas ocasiones, por una deficiente praxis política), así el sostenimiento de nuestras familias y hacer frente a todas las vicisitudes económicas, sanitarias, sociales son nuestras principales prioridades. Tenemos que oírles justificar sus acciones con un lenguaje infantilizado, como si fuésemos imbéciles. No llegamos a comprender sus conjeturas demagógicas pero, si observamos que sus promesas tienen el valor de un beso de Judas. Sus frágiles principios están escritos en papel mojado, así, les resulta mucho más fácil justificar sus derivas ideológicas.
No todos son así, por ello, cada cuatro años acudimos a las urnas con la esperanza de encontrar excepciones que nos permitan seguir confiando en la política, vamos a las Iglesias a escuchar los sermones de esos que predican el amor al prójimo, leemos y escuchamos las crónicas de los que hoy se consideran los nuevos profetas de la verdad. Pero, una y otra vez nos siguen fallando. El escarnio que unos y otros procuran a los posicionamientos contrarios, llegan a hastiar, ridículas batallas dialécticas y posicionamientos basura que no ayudan en nada a los que más sufren. Personas que no entienden de políticas ni de economía, pero que están lo bastante despiertos para observar el triste espectáculo que unos y otros nos ofrecen en el circo mediático.
Obvian gravemente que, las acciones políticas y económicas, deberían estar destinadas a aliviar las penosas condiciones de vida de millones de conciudadanos sin apenas recursos para sus hijos. De nada nos sirven las políticas, los sermones ni las opiniones de todos estos actores sociales “esenciales”, si no se asientan sobre los pilares de la justicia social y respeto de los DDHH.
No obstante y a pesar de ellos, muchos de nosotros, libres de cargas ideológicas y deudas espurias, y qué no formamos parte de las castas, ni de los contrarios, caminamos por los senderos de la vida, atendiendo nuestras obligaciones esenciales, procurando no ser devorados por estos depredadores.