Hace unos años, me encontraba muy mal, distintas circunstancias personales me causaron una fuerte crisis depresiva. Lo cierto es que no sabía muy bien cómo afrontar mis problemas. Cuando algún amigo se percataba de mi estado de ánimo, intentaba animarme con algún consejo del tipo:
“Te entiendo, yo también he pasado por ello, pero te preocupes, verás como todo se soluciona,“tómate unos días de descanso y te sentirás mejor…”
Son palabras de ánimo que, con la mejor intención, pretenden ayudarte a superar tus estados de ánimo. Los que habéis pasado por situaciones parecidas, sabéis que son inútiles, tus problemas siguen presentes y la verdad, las malas experiencias de tus amigos no son consuelo alguno. En nada te ayuda que alguien te diga que también pasó una mala experiencia hace unos años cuando hoy, tú, lo ves todo muy negro.
En estas ocasiones, el ejercicio de una adecuada aproximación emocional, quizás no ayuda a resolver tus problemas, pero si te aporta algo importante, te hace sentir acompañado. Puede significar el inicio de tu recuperación.
Las respuestas que me ofrecieron mis amigos -con su mejor intención-, no me fueron de ayuda pues, no supieron como afrontar la situación desde una perspectiva empática. Nada que reprochar, todo lo contrario, pero es cierto que en ocasiones, no somos conscientes de todas las posibilidades que tenemos a nuestro alcance para que nuestra ayuda sea de utilidad.
Y de ello deseo escribiros, de una habilidad social; la empatía que, utilizada correctamente nos va a permitir no solo ser más eficaces auxiliando a los demás, también a ser más felices.
Pero, mejor que empiece por el principio, definiendo las características del concepto e ir desarrollándolo poco a poco.
La Empatía es un concepto ya usado en el siglo XVIII cuando Vischer (1873) (citado en Serino, C. (2009) lo define como; “sentirse dentro de”. Esta definición evoluciona y en 1909, Ticher lo sintetiza el término como: “sentirse dentro” (Citado en Giusti, E. (2000). Conceptualización que permanece hasta hoy.
La empatía, por lo tanto, requiere de cierto proceso de sincronía emocional con otra persona. Empatizamos, cuando nos ponemos en lugar del otro.
Algunos estudios, concluyen que la empatía es un rasgo que permanece estable en algunas personas durante toda su vida. Mateu y otros investigadores en 2010, consideraron que la habilidad empática responde a un proceso experiencial fásico, es decir, la empatía se desarrolla secuencialmente tras la superación de varias fases de acercamiento y reconocimiento mutuo.
Bien, ¿para qué sirve la empatía?
Veréis, podríamos resumir mucho considerando la empatía como; una habilidad social que nos permite ser mejor personas. A esta conclusión llegamos por el mismo proceso de acercamiento a los demás, pues ello, implica obligatoriamente la superación de prejuicios observando comprensivamente los “otros mundos” y sus distintas culturas. Esta nueva manera de “mirar” a los otros, conlleva el rechazo implícito del conflicto.
Los elementos emocionales que afloran en el comportamiento empático, articulan fenómenos de acercamiento respetuosos. Una persona empática sabe escuchar, es socialmente activa y participa solidariamente en la mejora de los contextos sociocomunitarios.
¿Cómo podemos dar respuestas empáticas?, esencialmente cuando contemplamos los problemas desde el marco de referencia de los demás. Somos personas empáticas y asertivas cuando escuchamos, sentimos, percibimos y comprendemos los sentimientos de la otra persona sin perder de vista nuestro propio marco referencial.
En ocasiones, realizamos juicios de valor sobre los demás (suposiciones basadas en creencias), sesgos que nos llevan a etiquetar colectivamente a los desconocidos. Estos comportamientos dificultan apreciar la individualidad de la persona que tenemos delante. Las conductas altamente empáticas, desafían las ideas preconcebidas, rechazan aquellos prejuicios que son barreras infranqueables para la comprensión del otro. Cuando ejercemos la empatía, estamos adentrándonos en un mundo interior ajeno, nos vestimos con la piel de otra persona y nos alimentamos de sus sentimientos, emociones y creencias. Hacemos nuestras sus vivencias.
Tengamos presente que, apostar por lo que nos une, es más satisfactorio que considerar lo que nos divide, es solo así cuando se recrean espacios de encuentro. La empatía experiencial, es una actitud prosocial que ejerce una especial función inhibidora de la agresividad, además protege la salud mental y nos hace más felices. Mestre, Frías y Samper (2004). (Roche, 1997).
La conducta empática, se expresa con estilos y formas muy flexibles y comunicativos, Kanfer y Goldstein, (1987) nos dan algunas orientaciones:
- Espontaneidad.
- Aprecio de los sentimientos, pensamientos, valores y conductas de los otros.
- Comprensión e interpretación las expresiones verbales y no verbales de la persona que escuchamos.
- Concisión y precisión en nuestras respuestas.
- No dar falsas esperanzas. Graduación de la relevancia de los problemas y asuntos y las posibilidades de respuesta.
La empatía no implica ser una persona extraordinaria, el situarnos en lugar del otro, nos permite comprender la razón de determinados comportamientos (no necesariamente compartidos). Conjugándose con otras conductas prosociales la empatía es una herramienta de trabajo cotidiana que nos ayuda en la construcción de un mundo más justo.
Una respuesta empática adecuada en mi caso anterior, hubiese sido la siguiente:
Te entiendo Jose, te sientes mal por los problemas que me has comentado y no sabes cómo afrontarlos. Se que estás buscando una solución. Vamos a solicitar una cita con tu médico de familia para que le cuentes lo que te pasa, estoy seguro que te ayudará con un tratamiento adecuado, además, te voy a dar el teléfono de una psicóloga de la que me han dado excelentes referencias. Ya verás, como siguiendo sus recomendaciones, superaras esta crisis y pronto te encontraras mucho mejor. Independientemente de lo anterior, podemos quedar para ir al cine o dar un largo paseo por el campo, verás como te hace sentir mejor”.
¡Practiquemos la empatía!

Bibliografía:
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