Existen diferentes investigaciones que dan respuesta a la capacidad humana para empatizar con otros. Muchas de estas teorías están enfrentadas entre sí y ello dificulta el consenso.
En este post me voy a adherir al pensamiento afectivo social, este, pues permite un mejor acomodamiento humanista en su acepción semiótica.
El término de empatía se usa formalmente desde el siglo XVIII cuando Vischer (1873) (citado en Serino, C. (2009) se refiere a él como, “sentirse dentro de”. Es a partir de entonces que la definición evoluciona formalmente y en 1909 Ticher acuña la concepción actual; “sentirse dentro” (Citado en Giusti, E. (2000).
Posteriores aportaciones avanzan un poco más en su clarificación y algunos autores refieren especialmente la aportación de Dymond, R. F. (1949), que define la empatía como “toma de roles” (del inglés role- taking).
El concepto pues, implica situarse en el lugar del otro y ello requiere de cierta sincronía sentimental. Sintonía que se alza sobre la base del proceso de comprensión de la situación del otro debiendo ser este integral y multidimensional además de una fuerte predisposición bilateral.
Otros constructos consideran la empatía como un rasgo que permanece estable en determinadas personas. Mateu y otros en 2010, la definen como un proceso experiencial fásico es decir, se desarrolla secuencialmente tras la superación de distintas fases de acercamiento y reconocimiento. La empatía se desarrolla en su práctica diaria (teoría defendida en otros estudios), aunque en todo caso siempre serán necesarios que intervengan solidariamente aspectos perceptuales, emocionales y valorativos.
Me interesa especialmente la definición de empatía de Carl Rogers:
“La percepción interna que se obtiene de la otra persona, incluidos sus componentes y significados emocionales, ello sin dejar de ser tú mismo”.
(Rogers, 1961).
A partir de esta definición entendemos que con la empatía, nos acercamos a los problemas el marco referencia de los otros sin dejar de ser conscientes de nuestro propio marco diferencial.
Podemos dar respuestas empáticas cuando escuchamos, sentimos, percibimos y comprendemos los sentimientos de la otra persona y solo así podremos construir soluciones con la persona y no para la persona.
Las intervenciones empáticas se expresan con estilos flexibles, expresivas y comunicativas, para ello la escucha activa y la reacción reflexiva son esenciales. Con la empatía recreamos un contexto seguro y protegido que favorece el proceso de ayuda. Un espacio amable que fomenta las reflexiones personales en el que afloran todos aquellos aspectos motivados por las sensaciones y sentimientos, lo que permite descubrir las fortalezas y debilidades de la persona.
Kanfer y Goldstein, (1987) nos ofrecen algunas orientaciones para dar respuestas empáticas:
- Ser espontáneos.
- Ser capaces de apreciar sentimientos, pensamientos, valores y conductas.
- Ser capaces de comprender e interpretar las expresiones verbales y no verbales.
- Concisión y precisión en nuestras respuestas.
- Observación perspicaz de la eficacia de nuestras respuestas.
- Graduación de la deriva a temas de mayor relevancia.
- Establecida una base adecuada de comunicación reciproca (se inicia en el nivel 3), progresar hacia niveles más altos (niveles 4 y 5).
Una mejor aproximación al concepto la encontramos en el Inventario que Carkhuff y Pierce (1975) elaboraron para distinguir los distintos grados de respuestas empáticas que podemos mostrar en las entrevistas.
El Inventario contempla 5 niveles de comunicación empática:
Nivel 1. (Nivel de empatía nulo). En este nivel, no existe comprensión ni dirección educativa. Con frecuencia está constituido por preguntas, negaciones, consejos, aseveraciones, y poco más.
Ejemplo.
La otra persona: “No logro conectar con mis compañeros de clase, les odio”
Nosotros/as: ¿Por qué no conectas?. Con el tiempo, todo se encauzará. Inténtalo una y otra vez
Observad como en esta conversación, el marco de referencia que utilizamos es el nuestro, obviamos los sentimientos de la persona, no ejercernos labor comprensiva. No le ofrecemos dirección.
Nivel 2. (Nivel de empatía bajo). Subrayamos una parte del mensaje cognitivo, pero seguimos obviando los sentimientos. Nuestras respuestas no son congruentes con las ideas que se nos comunica. Respondemos con argumentos que en nada ayudan.
La otra persona: “No logro conectar con mis compañeros de clase, les odio”
Nosotros/as: Bien, entiendo que no conectas con tus compañeros de clase, por ello les odias.
No existe comprensión ni dirección, aunque el educador/ra parece que entiende lo que la persona le dice, realmente se queda ahí, no se adentra en las motivaciones y la respuesta es inútil (no ofrece ningún tipo de ayuda).
Nivel 3. (Nivel de empatía primaria). Egan, G. (1990). En este nivel realizamos un esfuerzo por comprender a la persona, reflejamos sus sentimientos, entendemos su significado y mostramos un mínimo de afecto, pero no ofrecemos dirección.
Ejemplo.
La otra persona: “No logro conectar con mis compañeros de clase, les odio”
Nosotros/as: Te entiendo, odias a tus compañeros de clase dado que te es imposible conectar con ellos.
Nuestra respuesta es un reflejo de los sentimientos y significado del mensaje de la persona, pero en esta fase empática aunque intentamos mostrar algo de comprensión, nos quedamos cortos, no avanzamos ni ofrecemos ninguna dirección (ayuda).
Nivel 4. (Nivel de empatía alto). En este nivel, nuestra respuesta va más allá. Conseguimos identificar y nos adherimos a los sentimientos de nuestro interlocutor. Somos capaces de identificar los déficits implícitos en la problemática.
Ejemplo.
La otra persona: “No logro conectar con mis compañeros de clase, les odio”
Nosotros/as: Te sientes mal pues no consigues mantener relaciones normales con tu compañeros y, no encuentras la solución (déficit) para este problema. Necesitas apoyo para reconducir este problema.
Observad como ya nos hemos acercado bastante a la problemática, hemos conectado profundamente con el alumno y ofrecemos algo de dirección, pero sigue esta sigue siendo insuficiente.
Nivel 5. (Nivel de empatía muy alto). Aquí ya ofrecemos una dirección efectiva. Nuestra conexión con la persona es lo suficientemente profunda como para instrumentalizar herramientas de intervención adecuadas al problema. Nuestra respuesta profesional es segura.
Ejemplo.
La otra persona: “No logro conectar con mis padres, les odio”
Nosotros/as: Te sientes mal pues no te entiendes con tus compañeros de clase. Deseas encontrar una forma para solucionar el problema de comunicación. Empieza por programar un encuentro con tus profesores, conversa con ellos y exprésales tus sentimientos. Posiblemente entre todos podáis encontrar puntos de interés comunes con tus compañeros. Realizar una actividad grupal en la que todos debáis sumar vuestras fuerzas para que sea válida.
Incluimos los aspectos más importantes de los niveles 3 y 4 y, ofrecemos un guía para superar el déficit y solucionar la problemática.
Como observareis la empatía es un elemento imprescindible para la intervención en Educación social. Nuestro posicionamiento empático nos permite construir marcos relacionales comprensivos e identificar de forma multidimensional las problemáticas y dificultades.
Bibliografía:
Empathy. In Greenberg, L., Watson, J.C., Lietaer, G. Handbook of Carkhuff, R. R., &
Dymond, R. F. (1949). A scale for the measurement of empathic ability. Journal of consulting psychology, 13(2), 127.
Egan, G. (1990). The skilled helper: A systematic approach to effective helping. Thomson Brooks/Cole Publishing Co.
Esteban-Guitart, M., Damián, M. J. R., & Daniel, M. R. P. (2012). Empatía y tolerancia a la diversidad en un contexto educativo intercultural. Universitas Psychologica, 11(2), 415-426.
Experiential psychotherapy “. De los autores: Watson, Goldman y Lietaer.
Fernández-Pinto, I., López-Pérez, B., & Márquez, M. (2008). Empatía: Medidas, teorías y aplicaciones en revisión. Anales de Psicología/Annals of Psychology, 24(2), 284-298.
Fornàs Martí, J. (2015). Sobre el desarrollo de la empatía en el ejercicio de la psicoterapia.
Giusti, E. (2000). Empatia integrata. Analisi umanistica del comportamento motivazionale nella clinica e nella formazione. Sovera Edizioni.
Pierce, R. M. (1975). The Art of Helping: An Introduction to Life Skills: a Trainer’s Guide for Developing the Helping Skills of Parents, Teachers, and Counselors. Human Resource Development Press.
Rogers, M. E. (1961). Educational revolution in nursing. Macmillan.
Hola, magnifico post.
Un saludo