La sobreexplotación medioambiental y la instrumentalización económica de las políticas sociales, quiebran la igualación de derechos de los seres humanos. Derechos que garantizan la dignidad de las personas -al menos sobre el papel-, están siendo gravemente reducidos por las nuevas políticas económicas. La repercusión de estos modelos neoliberales que solo atienden a intereses capitalistas, reducen a la mínima expresión valores esenciales para la supervivencia de millones de personas: alimento, vivienda, sanidad, educación…
Esta crisis es también de valores éticos. No solo afecta a los segmentos sociales menos favorecidos, también a las clases medias que, en definitiva, son las sostenedoras de los soportes sociales. En Estados Unidos y en los restantes países desarrollados, la gente común creía que vivía en un país de clases medias, ahora ese acuerdo se ha desmoronado.
El Nobel de Economía en 2001, Joseph Stiglitz en su publicación, “El precio de la desigualdad” analiza el escenario económico actual. Según su opinión, está dominado por fallos generalizados especialmente que apuntan al fracaso de los mercados y está convencido que estos no han funcionado, como afirman sus apologistas. No son solidos, al contrario, muy inestables e ineficientes.
Los distintos gobiernos nacionales, gestionan de forma muy ineficaz el fenómeno de la globalización y los flujos migratorios, miles de personas mueren anualmente a las puertas de nuestras fronteras, mientras los políticos discuten sobre las repercusiones que tendría la admisión de estos colectivos en sus economías.
Paradójicamente, una gran mayoría de ciudadanos aun en confían sus organizaciones democráticas, pero buscan refugio en otras entidades que cuestionan la existencia de una democracia real. Las estadísticas reflejan cierto hartazgo y una clara radicalización en los postulados políticos, ello nos ofrece la visión del sufrimiento humano y el coste emocional y personal para cada uno.
Creo que es necesario realizar un profundo proceso de autorreflexión, que nos permita determinar nuestros distintos niveles de corresponsabilidad ante estas políticas deshumanizadas.
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